"Honra a tu padre y a tu
madre, para que tus días se alarguen en la tierra que Jehová
tu Dios te da." (Exodo 20:12) |
Hay dos aspectos curiosos en este quinto mandamiento: ¿Por qué debía
tener la prominencia de ser el primer mandamiento con promesa? Grandes
mandatos relacionados con la idolatría y el monoteísmo lo precedieron,
pareciendo merecer tal distinción más que esta ordenanza.
En segundo lugar, ¿por qué la permanente ocupación de la tierra
tendría que depender de la honra a los padres? La residencia permanente
en Palestina dependía de la obediencia a otros mandamientos además de
éste. En Deuteronomio 4:25, 26 el pueblo es prevenido de que no seguiría
ocupando la tierra si hacía "escultura o imagen de cualquier cosa."
En Deuteronomio 25:15, medidas y pesos exactos eran necesarios para que
sus días fuesen "prolongados sobre la tierra." En 32:46, 47,
Moisés resume sus instrucciones así: "Aplicad vuestro corazón a
las palabras que yo os testifico hoy, para que las mandéis a vuestros
hijos, a fin de que cuiden de cumplir todas las palabras de esta ley...y
por medio de esta ley haréis prolongar vuestros días sobre la tierra."
Una larga vida en la tierra dependía de muchas cosas, aunque el Espíritu
enfatiza su relación especial con la honra que se diera a los padres.
¿Por qué debía ser así?
Aprendiendo las normas divinasLa
última referencia proporciona una clave del asunto. El padre mismo debía
seguir los principios divinos y enseñar a sus hijos a hacerlo de la
misma manera. "Oíd hijos, la enseñanza de un padre, y estad
atentos, para que conozcáis cordura. Porque os doy buena enseñanza; no
desamparéis mi ley" (Proverbios 4:1-3). Si las instrucciones de
los padres estaban en armonía con las leyes de Dios, el hijo que
acatara la voluntad de sus padres aprendería las normas divinas por
medio de la obediencia filial. Deberíamos comprender completamente este
proceso.
En sus primeros años, los niños tienen escaso conocimiento de Dios
y de sus mandamientos. Las fuerzas orientadoras en sus vidas son sus
padres. Si un hijo honra a su padre y a su madre, y si las instrucciones
de su padre y las normas de la madre son las aprobadas por Dios, el hijo
absorberá los valores divinos sin estar consciente del hecho. De este
modo el niño recibe una valiosa ventaja inicial hacia su desarrollo
como persona devota.
"Oye, hijo mío, la instrucción de tu padre, y no desprecies la
dirección de tu madre; porque adorno de gracia serán a tu cabeza y
collares a tu cuello" (Proverbios 1:8, 9). Las prioridades
inculcadas por los padres fieles en Israel, no habían de ser
descartadas cuando el hijo se acercaba a la edad adulta; por el
contrario, eran reforzadas por su propio entendimiento personal de las
Escrituras. Las instrucciones de su madre en el sentido de que tuviera
paciencia con los hermanos y compasión para los vecinos necesitados
estaban en total armonía con los estatutos divinos que llegarían a
gobernar la conducta del hijo adulto. La insistencia de su padre de que
el hijo fuese diligente en las tareas hogareñas, agradecido a su madre
y dispuesto a compartir sus valiosos juguetes, sería una introducción
gradual a los atributos necesarios para la correcta adoración como
futuro adulto. Además, el respeto al padre y a la madre envolvía también
el respeto por la devoción al Dios de sus padres. El sentimiento de
admiración de los padres por las obras de Dios, su entusiasmo al alabar
su nombre, su confianza en la fortaleza divina no debían ser desdeñados,
sino imitados por los hijos en Israel.
Bajo tales circunstancias el quinto mandamiento aseguraba un ciclo
bendito en Israel: los padres, obedientes a los estatutos de Dios, debían
hacerlos del conocimiento de sus hijos "para que lo sepa la
generación venidera, y los hijos que nacerán; y los que se levantarán
lo cuenten a sus hijos" (Salmo 78:6, 7). Cada generación debía
contribuir así a la bendición de la siguiente de modo que sus días,
nacional e individualmente, se alargaran sobre la tierra que Dios les
había dado.
De esta manera, Dios diseñó una cadena nacional uniendo firmemente
cada generación hasta con Moisés y aún más hasta con Abraham. La
falla de una generación debilitaría la cadena y la falla de tres o
cuatro podría romperla completamente. Sin duda, Abraham pudo ver
claramente el principio, lo que le sirvió de estímulo para ser un
padre insistente. El no podía soportar la idea de que alguno de su casa
no llegara a ver la gloria de su herencia. La seriedad de la situación
también es reflejada en la pena capital ordenada para los que
intencionalmente violaran el quinto mandamiento: "Todo hombre que
maldijere a su padre o a su madre, de cierto morirá" (Levítico
20:9). Tal hijo no sólo estaba menospreciando a sus padres, sino también
a la sabiduría de Jehová y estaba rompiendo la cadena de la propia
existencia nacional. Los pecadores de esta clase debían ser eliminados
antes de que la nación entera corriera peligro por tal actitud, la cual
si llegaba a extenderse traería consigo la disolución nacional.
El primer mandamiento con promesa era verdaderamente decisivo. La
combinación de padres devotos sostenida por el requerimiento de respeto
filial haría mucho para asegurar bendiciones individuales y nacionales
sobre Israel. Esta misma combinación tendrá un gran impacto en
nuestras familias. ¿Por qué es vital que nuestros hijos nos respeten y
obedezcan? Si los preceptos de Dios son nuestra guía, nuestros hijos
aprenderán los caminos de Dios al someterse a nuestros requerimientos.
Tan pronto como ellos comiencen a entender las Escrituras por sí mismos,
descubrirán que no presentan una manera de pensar completamente nueva,
sino que refuerzan los mismos principios que han estado aprendiendo a
cumplir desde que eran niños. ¡Qué ventaja les da esto para vivir
conforme al Espíritu y no según la carne!
Desarrollando atributos esencialesSe
ve una segunda razón de la prominencia del quinto mandamiento al darse
cuenta de que al aprender a respetar a sus padres, los hijos desarrollan
atributos de carácter que son esenciales para que honren a Dios al
alcanzar la edad adulta. En muchos casos, la instrucción de los padres
es vista como arbitraria por los hijos porque no se dan cuenta de la
verdadera razón detrás de ella. En tales casos los niños deben acatar
las órdenes de sus padres por el mero hecho de respetarlos debidamente.
De este modo los niños aprenden obediencia.
En una familia adecuada, el niño crecerá con padres en los que
puede confiar. Confía en que lo protegerán, le proveerán lo necesario
y velarán por su bienestar. Por consiguiente, desarrolla fe en ellos.
Además, el divino mandamiento señala que los hijos deben "honrar"
a los padres, es decir, manifestarles una actitud de respeto por el mero
hecho del rango de que gozan como sus progenitores. El tipo de relación
padre - hijo no debe ser escogido por el niño. Le es impuesto por la
misma naturaleza de la cosas. Debe aprender a honrar a los que en cierto
sentido le han dado la vida, la salud y lo necesario para su existencia.
Por medio de esto el niño aprende reverencia. "El hijo honra al
padre y el siervo a su señor. Si, pues, soy yo padre, ¿dónde está mi
honra?" (Malaquías 1:6).
Aplicado efectivamente, el quinto mandamiento desarrolla en el niño
las cualidades de obediencia, fe y reverencia, las mismas características
que necesitará como adulto para adorar correctamente a Dios y seguir
sus mandamientos. La importancia y sabiduría de este arreglo divino son
manifiestas. Se ordena al hijo honrar a sus padres para que cuando sea
adulto pueda honrar a Dios, guardando sus mandamientos y haciendo sus días
"largos sobre la tierra."
Estas consideraciones ponen en relieve el hecho de que la clase de
padres que a menudo vemos en el mundo son una fórmula para el desastre.
Los padres que fomentan la falta de respeto en sus hijos los preparan
para faltar al respeto a Dios. Los padres que nunca están en la casa
con sus hijos están privándolos de aprender la fe y obediencia que más
tarde podrían transferir a Dios. Los padres que temen disciplinar a sus
hijos impiden que aprendan la necesaria sumisión a la autoridad. El
mundo no proporciona ningún modelo apropiado para la familia
cristadelfiana.
Un problema que el padre creyente a veces encuentra es un sentimiento
de incomodidad cuando exige respeto de sus hijos. Puede sentir que no
merece su respeto porque está altamente consciente de sus propias
deficiencias. Además, está tratando de desarrollar humildad de espíritu
en sí mismo, y el insistir en ser honrado por sus hijos puede parecer
como si quisiera cultivar su "yo" carnal.
Los creyentes necesitamos recordar que es voluntad de Dios que
nuestros hijos actúen con deferencia y respeto hacia nosotros. Tenemos
que enseñarles obediencia a este mandamiento como a los demás.
Insistiendo en el respeto apropiado hacia sus padres, estamos
desarrollando en nuestros hijos atributos que les ayudarán grandemente
a someterse a Dios cuando sean adultos. Podemos sentir que no merecemos
su respeto. Se espera que éste no sea el caso, pero de todos modos esto
no importa en lo más mínimo. El mandamiento es que los hijos honren a
sus padres, y no solamente cuando hijos y padres están de acuerdo en
que la honra es merecida. Al insistir de esta manera en que nuestros
hijos tengan una actitud respetuosa para con nosotros, estamos en última
instancia ayudándoles a respetar a Dios.
Los hijos mayores (porque todos somos hijos) necesitamos recordar que
el mandamiento no caduca cuando alcanzamos la edad adulta. El Maestro
aplica el mandamiento a los adultos de su día, quienes evitaban sus
responsabilidades económicas hacia sus padres refugiándose en la
tradición del corbán (Mateo 15:4-9). La norma divina, por consiguiente,
tiene implicaciones sobre los hijos adultos en su relación con los
padres. Debe haber una continuación del respeto tanto en actitud como
en la práctica que encontrará diferentes formas de expresión según
la edad. Mientras los padres una vez apoyaban a los hijos, éstos ahora
necesitan cuidar de sus padres. De cualquier modo que se exprese, debe
haber una continua implementación del mandamiento para mostrar honra y
respeto a nuestros padres.
Reflexionando por un instante, la razón del énfasis divino sobre el
quinto mandamiento se vuelve comprensible. Fue fundamental para el
desarrollo apropiado de individuos devotos, y así como fue vital para
el futuro de Israel, lo es para el nuestro. Es el primer mandamiento que
afecta nuestra vida en la infancia. Es un mandamiento que puede darnos
grandes bendiciones ahora y puede ser un escalón a la vida eterna
cuando "los que esperan en Jehová...heredarán la tierra" (Salmo
37:29).