¿Quién es el buen
samaritano?
Alguien mucho más
importante de lo que habíamos supuesto
(Gerald L. Finneman)
El relato de Cristo acerca del buen samaritano ilustra la gloriosa
realización lograda por el Salvador en su sacrificio. Hizo algo fantástico
por "todos los hombres", una justificación que es universal
en su efecto. También los no cristianos deberían estar agradecidos por
cuanto Él hizo. La historia registrada en Lucas 10:25-37 nos cuenta cómo
un doctor de la ley quiso justificarse a sí mismo, y cómo un
despreciado samaritano salvó a un hombre medio muerto. Quizá nunca
hayas gustado el delicioso regalo contenido en el envoltorio de esa bien
conocida historia.
Nuestra tendencia natural es la
de identificarnos con el buen samaritano.
Éste ayudó a alguien que "cayó en manos de
ladrones, que lo despojaron, lo hirieron, y se fueron, dejándolo medio muerto". El
buen samaritano "vendó sus heridas, y les echó aceite y vino. Y
poniéndolo sobre su cabalgadura, lo llevó al mesón y lo cuidó".
Hasta pagó un anticipo por todos los cuidados adicionales de la
desamparada víctima. ¡Ciertamente, nos gustaría haber hecho todas
esas buenas obras!
Pero Jesús ve las cosas de
forma diferente.
Él es el buen samaritano, y nosotros el hombre herido y
despojado.
Observa lo que sucedió:
El hombre fue:
Ve lo que hizo el samaritano:
Sin el consentimiento del hombre herido:
Más tarde, ¡el hombre herido habría podido rehusar todo lo que se
había hecho por él, y rechazar al samaritano!
Consideremos ahora la aplicación de esa historia:
Adán (y con él toda la raza humana):
- fue despojado de sus vestiduras
- fue herido, magullado y golpeado
- fue dejado medio muerto
- fue robado
- fue dejado inconsciente de su verdadera condición
Entonces, Jesús:
- vino
- nos vio
- tuvo compasión de nosotros
- no nos reprochó nuestra condición
- no nos presentó primeramente la ley
Sin que se lo pidiéramos, y sin pedir nuestro
consentimiento:
- se acercó
- administró la salvación, no solamente hizo provisión
- curó nuestras heridas con aceite y vino
- vendó nuestras heridas
- nos cuidó durante toda nuestra noche
- hizo provisión para nuestras necesidades
- nos puso bajo el cuidado de la iglesia
- pagó todas nuestras deudas
- hizo un depósito para nuestras futuras necesidades
Podemos rechazar toda la bondad de Cristo y
su "don gratuito" de la justificación por "todos los
hombres", junto con todo lo que nos ha dado. ¡Podemos elegir
perdernos!
Cuando estudiaba y reflexionaba sobre esa historia, me impresionó
comprobar que es una ilustración del glorioso acto de Cristo, realizado
en beneficio de "todos los hombres". Todo cuanto hizo por
nosotros, fue hecho sin nuestro consentimiento, y todo lo que hizo, lo
hizo por el bien de la totalidad de la raza humana. Pablo dice
claramente:
"Ni el don gratuito es como con el pecado de aquel hombre.
Porque a la verdad el juicio vino por un pecado para condenación, pero
la gracia vino de muchos delitos para justificación… Así como por el
delito de uno vino la condenación a todos los hombres, así también
por la justicia de uno sólo, vino a todos los hombres la justificación
que da vida" (Rom. 5:16,18).
Pero, ¿estaba entendiendo correctamente la
historia del buen samaritano?
Mi corazón se conmovió al ver la aplicación, pero ¿era
verdadera?
Quizá pueda el lector comprender la emoción que sentí al descubrir
posteriormente el siguiente relato inspirado. Sí, Jesús mismo es el héroe
de esa historia.
"En la parábola del buen samaritano, Jesús presentó su propio
amor y carácter. La vida de Cristo estaba llena de actos de amor hacia
el perdido y errante" (E. White, Signs of the Times, 23
julio 1894). Ver también El Deseado, p. 464 y 465.
Y al seguir leyendo, encontré más. El pobre hombre herido es una
ilustración de la raza humana perdida:
"El pecador está representado en el hombre
magullado, herido y
despojado de sus bienes. La familia humana, la raza perdida, está
ilustrada en aquel sufriente, despojado de sus vestiduras, ensangrentado
y destituido" (Id.).
Es especialmente interesante comprobar que los samaritanos
mencionados en Juan 4:40-42, comprendieron el significado legal y
universal de la justificación, en el plan de la salvación. Después
que la mujer samaritana tuviese aquel encuentro con el Salvador junto al
pozo de Jacob, se fue a contar a sus amigos su fascinante experiencia.
Su testimonio los conmovió de tal manera, que quisieron saber más, e
invitaron a Jesús a venir a enseñarles. Jesús así lo hizo, durante
dos días. Creyeron aún muchos más, y dijeron a la mujer: "Ya no
creemos sólo por tu palabra, sino porque nosotros mismos le hemos
oído,
y sabemos que en verdad éste es el Salvador del mundo"
(Juan 4:42).
El fundamento de la justificación por la fe,
y del movimiento adventista.
Este constituye el fundamento del mensaje de la justificación por la
fe. Hay solamente una justificación, que es legal, histórica. Cristo
es "Salvador de todos los hombres". Cuando decimos que esta
justificación es objetiva, queremos decir que tiene existencia real
propia, externa e independiente de la experiencia subjetiva en el corazón
del creyente. Al creer esa verdad histórica, la recibimos y
experimentamos subjetivamente, mediante la justicia imputada e impartida
de Cristo. Es una respuesta de gratitud del corazón, una apreciación
de Dios por habernos dado a su Hijo. Cristo murió por nosotros, haciéndose
nosotros.
Este mensaje es también fundamental en la purificación del
santuario. Tanto la lluvia temprana como la tardía están íntimamente
relacionadas con el mensaje de la justificación por la fe. La
purificación, el refrigerio de la lluvia tardía, trae con él el
borramiento del pecado. Eso es lo que resistieron y rechazaron en
Minneapolis nuestros hermanos, en 1888.
Los samaritanos tenían la idea correcta.
La única forma en la que pudieron saber que Jesús es "el
Salvador del mundo", es porque Él mismo se lo enseñara. Eso es lo
que el mismo Jesús quiso enseñar a su pueblo, pero ellos rehusaron
creerlo. En la era de 1888, Cristo habló nuevamente a su pueblo, pero
una vez más rehusaron creerle.
¿Le creeremos hoy tú y yo?
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