CONSIDERANDO
EL SÍNDROME DE ELÍAS
Por: Luis
Palau
Recuerdo
el caso de una mujer de 55 años que se arrojó al vacío desde su
apartamento en el piso 14*. Minutos antes de su muerte vio a
un hombre lavando ventanas en un edificio cercano. Lo saludó
y le sonrió; él le sonrió y le devolvió el saludo. Cuando
el hombre se dio vuelta para continuar con su trabajo, ella saltó.
Había
dejado la siguiente nota sobre un escritorio muy prolijo y ordenado:
"No puedo soportar un día más de esta soledad. Mi teléfono
nunca suena. Nunca recibo cartas. No tengo amigos."
Otra
mujer que vivía en el mismo piso, dijo a los periodistas: "Ojalá
hubiera sabido que ella estaba tan sola. Yo me siento de la
misma manera."
Usted
y yo estamos rodeados de personas solas.
¿Quién
experimenta soledad y desesperación? Por cierto que la persona que
vive en forma anónima en una ciudad populosa. Pero también
el extranjero, el rico, el miserable, el divorciado, el padre
soltero, el joven, el hombre de negocios, el profesional, el
ama de casa, el que no tiene trabajo... Nadie está inmune a la
soledad.
Hasta
los hombres y mujeres de Dios a veces experimentan soledad.
En
el Antiguo Testamento Elías se destaca como el más dramático y
vehemente profeta de Dios. Paró la lluvia, desafió a un rey cara a
cara, hizo caer fuego del cielo, mandó ejecutar a cientos de falsos
profetas y predijo con exactitud la fecha en que terminaría una
sequía de tres años y medio.
Sin
embargo, en el Nuevo Testamento leemos que "Elías era tan
humano como nosotros" (Santiago 5:17 BD). De modo que él también
vivió momentos de angustia y soledad.
Como
resultado de cuatro pasos equivocados, Elías terminó en el
desierto, bajo un árbol y totalmente desesperado (1 Reyes
18:46-19:4). En primer lugar, estaba exhausto físicamente.
En segundo lugar, se turbó emocionalmente. En tercer lugar,
no acudió a Dios espiritualmente. En cuarto lugar, se aisló
socialmente.
Al
final terminó desfalleciente bajo un árbol en un lugar desierto y
lloró: "Es suficiente, Señor. Lleva mi vida.
Quiero morirme."
¿Alguna
vez ha sentido usted un desaliento total y se ha visto sin nadie
cerca que lo anime? ¿Ha experimentado en alguna ocasión el síndrome
de Elías?
Note
cómo Dios satisface cada una de las necesidades del profeta en el
momento de la crisis. Físicamente, Dios le da alimento y un
buen descanso. Emocionalmente, el Señor le hace saber a Elías que
su presencia está con él y lo anima. Espiritualmente, Dios exhorta
a Elías a seguirlo una vez más. Socialmente, el Señor le
habla a Elías acerca de un gran número de hombres y mujeres de
Dios con quienes podrá tener camaradería y recibirá aun más ánimo.
De
la misma manera, Dios quiere suplir sus necesidades personales,
apreciado lector. Usted no puede vivir la vida cristiana victoriosa
en soledad y en sus propias fuerzas. Es imposible. Sólo
experimentamos victoria por el poder del Cristo viviente (Gálatas
2:20). Su presencia y su poder son particularmente evidentes
cuando dos o tres se reúnen en su nombre para orar por algo en
concreto (Mateo 18:20).
Utilice
su soledad o desaliento como una motivación para entregarse
nuevamente al Señor. No permanezca sentado bajo el árbol de
la desesperación. Las últimas palabras de Jesucristo fueron
que estaría con nosotros siempre (Mateo 28:20). El quiere ser su
mejor amigo, de modo que usted ya no se sienta solo.
Además,
congréguese con el pueblo de Dios (Hebreos 10:25) y no trate de
enfrentar las batallas diarias de la vida por su cuenta. Ore con
otros cristianos por sus necesidades mutuas y sus preocupaciones.
Experimente el obrar de Dios en el Cuerpo de Cristo. La victoria en
la vida cristiana siempre es un esfuerzo en equipo.
¿Por
qué no comienza ya mismo a vivir de esta manera? Verá cuán
distinta es la vida.
©
2000 Luis Palau. Esto es un extracto de su popular libro
devocional DE LA MANO DE JESUS: Pasos hacia la madurez cristiana
(Editorial Unilit).
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